A voces, si es necesario.
La prudencia y el respeto muchas veces no es la opción más correcta.
Podemos respetar el proceso de cada uno, ver sus acciones y pensar que forman parte de su proceso y que cada uno es libre de elegir su camino. Escoger no juzgar. Pero es difícil si quien manda es el corazón. A veces te quedas con las ganas de decir cuatro cosas bien dichas que pongan en su sitio a ciertas personas.
Si ser prudente y respetar es una acción proyectada y consentida desde el equilibrio corazón-mente, perfecto. Pero si la mente lo dicta conscientemente porque es lo mejor, correcto y adecuado, y el corazón siente que no puede y siente que es acallado, que tiene algo que decir aunque a los otros les sea duro, es donde comienzan los problemas internos. Arranca el desequilibrio silencioso pero mascullador.
Pronto aparece el síntoma de algo que puede ser una lección de vida diminuta o grande.
Todo depende de lo abierto que esté uno a aprender y comprender el sentido de la vida. A ser capaz de recibir, de completar, de abrazar la lección (aunque sea a través de una enfermedad), de dar las gracias y con los ojos y el corazón abiertos.
Lo que sí está claro es, como bien digo a mis clientes desde hace muchos años, que mejor fuera que dentro. Obedece a tu cuerpo, deja que se exprese.
Así, que si algo hay que decir, que no quede dentro ni por respeto ni por prudencia. Con educación y asertividad, lo mejor es soltar.
Soltar es liberarse de algo que uno toma y que en realidad no le pertenece.
Y seguimos aprendiendo!