El estómago recibe el alimento y lo digiere para colmar las diferentes necesidades de mi cuerpo en vitaminas, en proteínas, etc. Representa nuestra capacidad de aceptación y nuestro modo de reaccionar ante las cosas que nos ocurren en la vida.
Los problemas de estómago están relacionados con situaciones que no hemos digerido (indigestión); con ideas, alimentos o situaciones que rechazamos (vómitos) y con situaciones que encontramos injustas y nos hacen daño (dolor) o nos indignan y nos queman (ardores, gastritis). Puede tratarse de una tristeza que nuestro corazón haya guardado, una gran pérdida de alegría tras una situación que consideramos injusta (hemorragias gástricas), la pérdida de deseo de vivir relacionada con un sentimiento de injusticia o un sentimiento de culpabilidad por haber provocado una situación injusta (cáncer).
Cada estómago tiene su propia manera de funcionar, es decir, que nuestra digestión puede ser diferente de unos y otros. Así, la forma de mi estómago está relacionada con mi personalidad. Por este mismo motivo, mi estómago refleja el modo en que observo e integro mi realidad y mi capacidad de digerir las nuevas ideas o las nuevas situaciones. Es como un indicador de mi grado de apertura y mi modo de reaccionar ante la vida.
Los problemas de estómago aparecen cuando mi realidad cotidiana está en conflicto con mis deseos y mis necesidades. Estos conflictos se vuelven a encontrar habitualmente al nivel de mis relaciones familiares, con amigos o incluso relaciones laborales.
Recuerdo que cuando tenía 24 años sufrí durante un tiempo ardores de estómago y se fueron pronunciando más hasta que ya era demasiado para tomar tantos antiácidos. Decidí ir al médico y este me mandó una endoscopia. En esta prueba se utiliza un tubo de visión de fibra óptica y entra por la boca y se dirige hacia el estómago viendo así todas las paredes bucales, esofágicas y estomacales. Cuando el médico me explicó lo que era esa prueba, me fui a casa pensando que era desagradable tragar un tubo que tenía que volver a salir de nuevo por el mismo lugar. Alguno de los lectores quizá hayan experimentado esto o incluso la colonoscopia, que todavía dicen es más desagradable. Pues son ustedes unos valientes, porque yo fuí una cobarde. Aunque a partir de ese momento supe que hay que probar antes otras alternativas. Mejor ir a aquello que ha provocado la afección para ver si tiene solución con el simple hecho de «darse cuenta», que significa hacer que una parte de nuestro inconsciente pase al nivel consciente por el cual hace que nos hagamos nosotros mismos cargo de ello llevándolo a una resolución más o menos inmediata.
El día antes de hacerme la prueba, una amiga me dijo que mirara en mi vida qué situación había que estaba indignando y creando un conflicto conmigo misma, que debía ser más que una situación, una persona. De primeras no supe reaccionar, y le dije que yo estaba bien (algo típico, el no reconocer). Cuando llegó esa noche antes del día de la prueba, tenía más acidez y dolor que nunca, y en un retorcido encuentro con mi cama y desde la desesperación, me encontré con el desencadenante fluyendo reflexivamente de mis neuronas y como si se tratara de un puzzle comencé a montar piezas.
En ese tiempo, mi hermana pequeña estaba en plena adolescencia viviendo su característica etapa de contrariedad, incomprensión y rebeldía, y yo por lo contrario, comenzaba a vivir una etapa de estabilidad, trabajo, decisiones y necesitaba tranquilidad y paciencia; justo lo que no tenía con ella cerca.
Me di cuenta que no estaba teniendo apertura y comprensión con ella, que la estaba juzgando por vivir lo que yo ya había dejado atrás y que estaba siendo bastante egoísta por guardar la idea inflexible de no tolerar esa actitud porque yo necesitaba estar tranquila. Me indignaba llegar a casa y encontrarme esa energía tan revolucionada, con música metálica, gritos, negaciones, ensimismamientos… Mi modo de reaccionar, callado pero atado en el estómago con sentimiento de indignación. No me extraña que el estómago me quemara.
Al día siguiente, después de una larga noche entre el dormir y el reflexionar, llegué al hospital para la prueba. Allí sentada veía cómo iban llamando uno a uno, y cuando entró el que iba antes que yo, me dije a mi misma: «Solo tienes que cambiar tu actitud y tu modo de reaccionar ante esto, debes ser más comprensiva y permitirle ser y vivir la etapa que tú ya has vivido como has podido. ¿Podrás hacerlo?…» Y me dije: «Sí». Me levanté con mucha alegría y seguridad en lo que estaba haciendo, para nada era cobardía en ese momento (aunque al principio ella fue la que me hizo reaccionar rápida en la sala de espera cuando vi que me quedaba menos para entrar) y me fuí de allí sabiendo que en breve tiempo, esa acidez y dolor desaparecerían. Y así fue. Jamás he vuelto a sufrir ningún dolor de estómago, ni acidez. Un trabajo bien pensado y sentido, es un trabajo bien hecho.
Así la nueva actitud debe ser: «Tomo conciencia que debo tener más apertura en la vida y aceptar que las situaciones y los acontecimientos están ahí para hacerme crecer y evolucionar. La aceptación me permite transformarlos en experiencias y la presión o la tensión en el estómago desaparecerá».
Consulta: Wikipedia, MedlinePlus, “Sana tu cuerpo” y “Usted puede sanar su vida” (Louise Hay) y Metamedicina.
Que cierto es esto ,cuando te cierras ante la vida , cuando te aferras al pasado y no te abres…el estomago es un indicador de lo que sucede.Gracias a Dios cuando te liberas de tus miedos y tus ataduras…sientes una liberacion que te permite avanzar. aprender a escuchar a tu cuerpo, te evita perder mucho tiempo dando vueltas y muchas esperas en los consultorios medicos…jejeje
Gracias .
Un abrazo.