Hay una etapa en la vida de los seres humanos, que podría compararse con el otoño. Y en la mujer es mucho más intenso. En el otoño, se caen las hojas, se mueven los vientos y barren las semillas, limpiando y removiendo la energía de la tierra. Esta misma energía es la que influye en la mujer al final de su vida fértil. Simplificar y acomodar en este momento es muy importante. Como dice la visión indígena, llega el momento de simplificar la visión, moral y valores para así reacomodar las prioridades y necesidades en la nueva etapa.
Cuando cumplí los 40, me dijeron que ya mi vida iba a empezar a dar un cambio. En aquel momento me podía imaginar a lo que se referían, pero solo imaginar. Recuerdo que alguien me dijo: “Uhh…prepárate que si hasta ahora has gozado de salud óptima, ahora es cuando te van a venir todos los achaques juntos”.
Sinceramente, ni caso hacía a estos comentarios tan poco optimistas. Siempre he gozado de buena salud y me viene de familia no aparentar la edad que tengo. Aunque últimamente ya me dicen “señora” y supongo que será porque ya se nota ahajajajjaa… Digamos que siempre con la cabeza bien alta y contenta cuando nadie atinaba con la edad que tenía.
Ciertamente cumplí los 41 años y tuve mi primera historia con la salud, que fue una rotura fibrilar. Ahí aprendí que ya no soy una muñeca de goma y que mi elasticidad necesitaba ser trabajada con más insistencia y por más tiempo. Como tuve tiempo de pensar durante el mes de reposo, mi proceso de asimilación fue el siguiente:
1ª No puede ser, la gente tiene razón, empiezan los achaques. Me dio bajón.
2ª ¡Pero si tú siempre has gozado de una salud estupenda!!!… Esto ha sido casual. Pero aquí estas encerrada en casa y en la cama haciendo reposo.
3ª ¡Vamos!!… eres joven y de esta saldrás rápido. Lee, estudia, haz algo!!!…
4ª Bueno, no me puedo tirar todo el tiempo resistiéndome y quejándome, debo de hacer algo con este precioso tiempo que se me da. Lo primero meditar por qué me ha ocurrido esto y qué tiene que ver con mi flexibilidad (por la zona en la que me ha ocurrido) y lo segundo pensar qué hacer con este maravilloso tiempo en el que la vida me para por obligación.
Debo decir que a partir del 15º día de reposo, entré en esta fase 4ª. Me di cuenta que efectivamente los cuerpos ya no son los mismos a partir de ciertas edades y que debemos reconsiderar cómo hacemos las cosas que hacemos. Si hacemos ejercicio, hay que estirar antes y después, y yo siempre lo hacía después y con rapidez. Error. A partir de aquel momento me tomo bastante en serio los estiramientos. Trabajar la flexibilidad a nivel físico, me ayudó a trabajar la flexibilidad a nivel mental.
También tomé la decisión de planificar mejor mis objetivos y aquellas cosas que quería realizar en mi vida. Y que hoy, desde aquel momento, puedo decir que muchas están siendo realizadas. De todo hay que aprender, porque como yo siempre digo: “La vida no es durar, es crecer”.
Pasaron los siguientes años y yo me daba cuenta que algo empezaba a cambiar, pero no lo quería ver. Y en el momento que cumplí los 45 años, comenzaron a ocurrir cosas que me costó reconocer en un principio.
Recuerdo la visita a la urgencia ginecológica en la que me dijeron que era normal lo que me ocurría, que estaba en fase premenopáusica. Las hormonas se alteran por el estrés (y en ese momento yo estaba muy estresada). El estres no es bueno, sobre todo en estas edades. ¡No se puede imaginar el lector cómo salí aquella noche del hospital!!… Como una energúmena y bastante sorprendida que me dijeran eso. ¡Yo soy joven todavía!… (decía en voz alta)
Luego me animaba el comentar con amigas y amigos, y que me dijeran que es una barbaridad a mi edad. Eso hacía que me evadiera de la realidad.
Cuando fui a mi ginecólogo y tras pruebas varias, le comenté lo que me habían dicho en la urgencia. Él me miró con los párpados caídos y con una leve sonrisa, con el gesto de: “jamía*, es la realidad y debes aceptarla”. Solo una mirada me lo dijo todo. En ese momento fue cuando me hizo mirarme al espejo y darme cuenta que sí, así es.
A partir de aquel momento, lo acepté pero digamos que no muy convencida, porque yo me sentía alegre y jovial, y eso, lo único que hacía, era enfrentarme a una etapa que mi madre tuvo mucho más tarde y me costaba reconocerme ahí. Cuando mi madre lo vivió, yo era una adolescente todavía, y ella para mí era una señora madura. ¡Cáspita! ¿Y ahora qué soy yo??? Ahaajjaa… ufff…
Conforme han ido pasando los meses y los años, me he ido encontrando con situaciones que me han ido aportando el ánimo suficiente para afrontar esta etapa con responsabilidad y sin miedo a lo que me deparará.
Otros achaques no son premenopáusicos, pero sí van con la edad. Por ejemplo, la presbicia. Recuerdo cuando me reía de mi hermana mayor al verla apartarse el móvil y alargar el brazo para leer un mensaje, y ahora soy yo la que tiene la “vista genital” (término usual humorístico que utilizo para estos casos). Incluso reírme de mí misma cuando un día al salir del trabajo no recuerdo donde he aparcado el coche, o subo a la habitación y no recuerdo a qué iba y cuando bajo de nuevo al salón lo recuerdo y tengo que volver a subir. Recuerdo el tirarme la primera al suelo cuando estaba entre niños, y ahora prefiero estar en una silla porque se me duermen las piernas. Síntomas de artrosis en las falanges de las manos que me recuerdan que no debo dejar de tocar la guitarra ni dar masajes, pues eso las mantiene lubricadas y flexibles. Despistes varios y pequeñas cosas con las que tener paciencia con una misma.
Efectivamente, todos los síntomas, todo me indica que estoy en esa etapa y que durante unos años tengo que aceptarme con estos cambios, en este proceso y, sobre todo, honrar este momento tan especial de la mujer. Yo no puedo ir en contra de él, sino dejarme y vivir este momento con la cabeza bien alta, comprendiendo aquellas cosas que me pasan y amándome mucho. Y sobre todo, tomármelo con humor.
Curiosamente, ahora me siento afortunada de vivir esta etapa y este cambio tan costoso para la mente y las emociones, que se revolucionan un poco con las hormonas y esto necesita su tiempo para adaptarse y relajarse. Sí, soy una mujer en la madurez y en proceso de cambio. ¡Y los cambios me encantan!… porque me traen cosas nuevas de las que aprender y crecer. Y afronto este período con positividad, deportividad y humor.
Todo depende de cómo vivamos las situaciones y experiencias que la vida nos procura.
La premenopausia es el proceso de transición entre la vida fértil de una mujer y la menopausia. Los síntomas se presentan de manera muy particular en cada mujer, sin embargo existen algunos parámetros generales. Dura, normalmente de tres a cuatro años. Hay mujeres que solo les afecta algunos meses y a otras les aguanta hasta 10 años. Para saber si una persona ha entrado en la menopausia, debe haber registrado un año completo sin menstruación. Aunque yo no estoy casi teniendo síntomas, físicamente me siento estupenda, sé que algunas mujeres sufren mucho con ellos.
Síntomas generales de la premenopausia:
Ataques de calor, dificultad para dormir, menstruaciones irregulares, falta de deseo sexual, ansiedad, retención de líquidos, se coge peso y se hincha el abdomen. No tienen por qué ser todos, te lo digo yo, estamos de enhorabuena!!, pero el que sí seguro vas a tener es la menstruación irregular y las hormonas alteradillas.
Realmente, lo que está sucediendo detrás de estos síntomas es una variación hormonal. El cuerpo está dejando de ser fértil. Y para ello es importante prestarle más atención con ejercicio, mejor alimentación, disfrutar más de hacer cosas que te gustan en tu tiempo libre, mucho humor y tomándonos con filosofía el día a día. Yo a parte de esto, me trato con homeopatía y cosas naturales. Y sobre todo, tener en cuenta que la mente es la que nos mantiene el aspecto joven y vivo, y esto os lo puedo asegurar porque yo me siento estupenda!
Señoras, la premenopausia no tiene por qué convertirse en una etapa de depresión e incertidumbre sino en la que podemos lograr equilibrio, paz y armonía que toda mujer anhela. Os aseguro, que una se puede sentir bien, por dentro y por fuera, atractiva y con cierto encanto del que antes quizá no disfrutábamos, más naturalidad para vivir la cosas que el día a día nos depara (porque lo que vivimos físicamente nos enseña esto). Podemos aprovechar todo esto a nuestro favor.
Si alguna tiene necesidad de hablar de este tema porque se reconoce en estas circunstancias, puede escribirme a mdsanlop@gmail.com Se que una mujer en esta etapa necesita aceptarse y exteriorizar lo que le ocurre y sentirse comprendida. Además, que cada año que pasa descubres cosas nuevas de ti que te sorprenden. Es momento de tolerancia y humor.
¡Ánimo! ¡Estamos estupendas!… ¡Por dentro y por fuera!…
No es una enfermedad, es un cambio en todos los sentidos. El otoño de nuestra vida.
Y ojo, los hombres también lo viven, solo que tienen irregulares otras cosas.
(*) “Jamía” término utilizado en el sur de España como una suave y natural manera que se de cuenta de algo. Y significa: Hija mía.
Marla Sánchez
www.marlasanchez.com/blog
(+34) 637719945
Vive un proceso conmigo y sentirás que estás creciendo. Las respuestas están en nuestro interior, no busques fuera. Es el momento de hacer los cambios que deseas desde hace tiempo.
Sentir, pensar, decidir y actuar en equilibrio.
Coaching Holístico Sistémico.
#Yosoytucoach #Coachingholisticosistemico #Visionsistemica
Claro, directo y sencillo. Me gusta mucho la claridad con la que has expredo este proceso natural de la mujer, y la sinceridad que has volcado. La comparación con el otoño, todo un acierto. Muy bueno, como siempre, Marla.
Besos