El otro día, recorriendo el aparcamiento de mi supermercado habitual con mi carro de la compra, me encontré de frente con una imagen que me gustó mucho y que me hizo pensar.
Un padre que llevaba un carro lleno de la compra sobre el que iba un niño de unos 2 años y que se disponía a depositar en el maletero del coche. Iban solos, él y su hijo y con mucha serenidad, como si fuera algo muy habitual lo iba descargando, mientras el hijo jugaba con un avioncito sentado en el carro.
Esto me hizo pensar en algo que se está viendo cada vez más y es a padres de edad promedio entre 26 años y 45 años que se preocupan más por compartir las tareas del hogar y que disfrutan con sus hijos, asumiendo muchas veces que dependen de ellos hasta el punto de tener que llevarlos a más lugares.
Pocos hombres admiten que cocinan, lavan y planchan habitualmente en casa, cambian pañales y juegan con sus hijos. Pocos lo admiten porque todavía se lleva la apariencia del padre que vuelve al hogar y la mujer que tiene que tener todo en orden a pesar del trabajo (y si trabaja la mujer también… no pasa nada… que lo haga más tarde). Pero de entre todos ellos, está surgiendo la nueva paternidad, aquella que lleva todo el impulso de lo masculino, el refuerzo y el valor.
Los niños ahora no sólo tienen el vínculo tan especial con la madre que le protege desde lo más íntimo que es el vientre materno, sino que al nacer, el padre lo refuerza. Realmente, esta nueva situación de la figura masculina en el hogar, hace que la vida familiar mejore y produzca cambios que socialmente nos benefician a todos.
Conozco padres que disfrutan jugando con sus hijos, los llevan de paseo, les hacen pedorretas a sus bebés y ríen con ellos. Conozco padres que asumen su responsabilidad también dentro del hogar ejerciendo tareas importantes como barrer, fregar, cocinar, cambiar pañales, poner lavadoras, etc.
Hace 20 años, una pareja amiga mía que tenía 2 hijos pequeños, tuvieron problemas, él se quedó en paro. Al cabo del tiempo, esto hizo que ambos buscaran trabajo. Al final, ella consiguió un trabajo en Simago (un gran almacén entonces ¿recordáis?… madre mía qué tiempos!). Sin más remedio, ambos tuvieron que cambiar los roles. Él se dedicó a levantar a los niños, desayuno, llevarlos al cole, volver y limpiar, hacer comida, comprar y organizar casa… hablar con las madres mientras esperan la salida de los niños sobre los babis o uniformes o quejas de la escuela, darles de comer, y un largo etcétera de tareas que hacían del día una olimpiada.
En este caso que expongo, y teniendo en cuenta la época, pues era bastante anormal encontrarse con un hombre así. Puedo decir, que la gente no lo miraba bien, aunque a mi me encantaba, quizá porque siempre me ha gustado jugar a darle la vuelta a las cosas a ver cómo se ven. Pero aunque era una situación aislada como tantas en el mundo que seguro que hubieron, sí que sentaron precedente de lo que más adelante se iba a reconducir. Porque no se trata hoy de cambiar los roles, se trata de compartir tareas y asumir que lo que es de dos nunca es de uno.
Hoy vemos a un padre recogiendo a sus hijos del colegio y no lo vemos extraño ni lo miramos mal, lo vemos habitual y lógico. Por ello he querido escribir sobre este tema porque algo está cambiando casi sin darnos cuenta. Hasta hace poco hemos visto a muchas familias rotas, niños desubicados y destrozados emocionalmente por la falta de comprensión y tolerancia, de respeto y amor entre los padres. Hoy podemos encontrarnos con parejas separadas que siguen unidas en la educación de sus hijos e intentan por todos, que haya cierta estabilidad.
Tengo una amiga que está separada con dos hijos de 11 y de 15 años. Cuando habla de su ex, habla como un amigo, el que mejor la conoce. Sus hijos son importantes y han aprendido a dejar a un lado sus historias por las cuales hubo separación de mutuo acuerdo y se han centrado en sus hijos. Una vez al año, al llegar el verano y terminar el curso, se van juntos los cuatro a Mojácar a pasar un fin de semana juntos. Cualquiera diría que esto confunde más a los chicos, hasta yo lo pensé en un momento. Pero esto les refuerza, porque no les presiona emocionalmente viendo como su padre y su madre se ven para un “hola” y un “adiós” o en sus miradas ven todavía la energía del reproche, sino que aprenden que las personas se separan de mutuo acuerdo y que el problema pertenece a la pareja, pero que les aman y están bien entre ellos cada uno con su vida, pero tienen algo en común que aman y seguirán amando, que son sus hijos. Estos niños, nunca se sentirán ningún atisbo de culpabilidad por la separación de sus padres, pues ambos con su vida, su amistad y sus acciones cuando interactúan siempre son desde el amor y para nada les hacen ver que cuando llegaron ellos a su vida todo se estropeó.
Todos sabemos que los primeros 7 años en la vida de un niño son muy importantes porque es la etapa de desarrollo afectivo que determinará su carácter el resto de su vida. En las escuelas, muchos maestros detectan problemas emocionales que vive el niño en su ambiente familiar.
“Hoy podemos afirmar que, en la historia de cada persona, los hechos acontecidos en su gestación, nacimiento e infancia, serán más importantes para ella, que lo que le pueda acontecer el resto de su vida”. (Enrique Blay especialista en “Anatheóresis”)
Si la presencia de la madre en todo lo que acontece para el niño es importante y siempre a términos generales ha estado ahí, todavía es más importante que la presencia paterna mejore en el hogar y en la vida de la familia, porque el desarrollo psico-afectivo del niño será más equilibrado y esto afectará de manera positiva en el desarrollo y vivencias familiares que los llevará como buen equipo a crecer juntos de manera estable.
Animo a todos los lectores a mirar positivamente y con refuerzo, con aprobación y admiración a estos nuevos padres que están más integrados en las vidas de sus hijos y el desarrollo del hogar.