Algunas veces, como todo ser humano, tengo momentos en los que me siento cansada. Momentos en los que miro dentro de mí y me encuentro duramente con la soledad. Sí, yo amo la soledad, sin embargo, a veces me espesa y se vuelve dura y muy fría dentro de mí. Y esto les pasa a mucha gente.
Entonces, busco algo a mi alrededor que esté en la misma circunstancia o que pueda ofrecerme un espacio o una reflexión donde contemplar y proyectar todos aquellos sentimientos que quizá desconozco y que deben salir de mí para seguir adelante. Un atisbo de empatía ambiental. Y siempre encuentro la misma, una piedra.
Una piedra es fría, dura, algunas son más porosas y otras menos. Sin embargo, a lo largo de la vida he visto muchas piedras vivas. Sí, los seres del reino animal y vegetal dentro de la materia orgánica pueden hacer cosas que una piedra no puede hacer. Está claro. Ellas no respiran, ni se nutren, ni se reproducen… Pero la estructura básica de la materia orgánica, de la que se compone todo ser vivo, es idéntica a la de la materia inorgánica. Ambas poseen pequeñas partículas llamadas moléculas que están integradas a su vez por átomos. Entonces, deduzco que los seres vivos poseen muchos elementos químicos como el hidrógeno, el oxígeno, calcio, potasio, fósforo, etc y el mundo inorgánico contiene elementos químicos más pesados.
La ciencia moderna ha descubierto que hay piedras y minerales que contienen una energía que desprenden a través de una vibración. ¡Esto ya las hace vivas! Es decir, en realidad es una masa molecular viva que vibra con una frecuencia.
Una piedra ante mí, tiene vida, la interna y la externa. La interna por cómo está compuesta, por cómo llegó a ser ella misma, su ser por ser, su condensación, por sus elementos químicos pesados y por sus años de vida. La externa por cómo proyecta y en su imagen, por los lugares donde ha estado y las vibraciones que estos lugares hayan proyectado sobre ella. También por los movimientos que haya realizado a través de otros agentes (personas, fenómenos naturales, etc). Y también tiene vida por la atención y el uso que los seres humanos le podamos dar. Pueden tener grandes misiones y propósitos de existir, como la de formar parte de una barrera de contención en un río que se desboca o formar parte de una casa.
Generalmente no las tenemos en cuenta, pero nos enseñan mucho.
Y así, cuando dentro del equilibrio interno me encuentro vacía, sola, espesa, dura y fuerte a la vez… Pienso que forma parte de mi propósito en la vida, que llega para seguir equilibrando, y que también forma parte de mi aprendizaje y oportunidades de crecimiento.
Las personas que somos fuertes tenemos la forma opuesta y viene generalmente determinada por experiencias en las que sostenemos esa fuerza hasta límites insospechados. Entonces, después, vienen los momentos de soledad donde podemos aflojar dedicarnos en cuerpo y alma a nosotros mismos.
Nuestros brazos, nuestras palabras, nuestros sentimientos, nuestras acciones, sostienen a muchos alrededor… todos aquellos que quieran permanecer cerca. Sin embargo, después, cuando llega el momento de aflojar y soltar, esos momentos de descanso que todo poder y fuerza se merece, se aisla. ¿Y por qué se aisla?…
La visión de alguien fuerte para los que están y conviven alrededor, que da la seguridad, aporta energía a todo, impulsa y mantiene vida, es maravillosa, luminosa y reconfortante. Como las piedras, sostienen, aportan una vibración y una energía. Aunque no es igual, si esa persona de repente afloja, la visión para todos los que le rodean no es agradable, porque de repente no aporta, no ilumina, no aporta una vibración… se queda inmóvil e inerte. Con lo cual, se prefiere no tener en cuenta o volver la mirada o distanciarse hasta volver a verles la luz que procura alimento para el alma.
Las personas fuertes, siempre están rodeadas de seres vivos y de mucha vida. Pero cuando descansan, como he dicho antes, los seres humanos que la rodean prefieren no saber que esa persona tiene ese momento en el que quizá necesita que otros sean los fuertes alrededor y que otras piedras la sostengan y mantengan mientras ella descansa o simplemente ser respetados. Algunos pueden permanecer a su lado, los más cercanos sí, pero es difícil entrar en esa cara oculta, ese espacio profundo que de alguna manera los demás consideran una debilidad aunque en realidad no lo es.
De alguna manera, alguien que por un momento deja de sostener por propia naturaleza todo lo que le rodea para tomarse un descanso, los demás no lo permiten y no lo quieren ver. Así, vuelven la mirada e ignoran, hasta que vuelva a atraerles la luz y la vida que ellos contienen.
¿Alguna vez hemos reflexionado sobre esto?…
Sí, a veces, soy piedra. Y me gusta unirme a ellas, porque en esos momentos son las mejores compañeras. Y en ellas puedo proyectar aquello que llevo dentro y vaciarme, para volver a llenarme cuando vuelva a vibrar con más intensidad.
Y con todas esas piedras, voy haciendo mi camino, lleno de vida y experiencias que yo solo conozco. Ellas vivirán mucho más que yo y llevarán consigo mi historia, mi luz y mi vibración.
¿Podriás mirar ahora una piedra y tenerla en cuenta?… Solo con eso, basta. El reconocimiento de su existencia. Porque las piedras también pueden iluminar nuestro camino y darnos una visión interna y externa.
Dedicado a todos los que son fuertes y son piedra.
Marla Sánchez
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