La gota que colma el vaso es la que trae el tsunami
A penas hacía unas horas que estaba despierta y continuaba en un estado de aturdimiento, sin pensar demasiado. Me dijeron si quería hablar con alguien o hacer videollamada, y yo no tenía ganas de nada. Permanecí inmóvil sobre la cama de la UCI mientras pasó el primer día de mi regreso a la vida.
Escuché música y despertaron mis sentidos. No era la que más me agradaba, pero parecía que ahí fuera había alegría con música y aplausos. Y a pesar de despertarse algo dentro de mí, me causó algo de mal humor. De repente me di cuenta que podía “sentir”, como si lo hubiera olvidado, y entonces, lloré.
En aquel momento le pedí a Dios (Universo, Fuente, Divinidad, Inteligencia superior o como cada uno lo quiera llamar) que por favor, nadie, absolutamente nadie de los míos pasara por esto. “Ya que estoy, yo me ofrezco por todos ellos. Que por nadie pase, que por nadie pase, que por nadie pase”. Lo pedí con todas mis fuerzas, con toda mi mente y con todo mi corazón, y me entregué por completo a mi labor: vivir lo que me había tocado vivir.
No pretendía ser santa, por si alguno lo piensa. Vine a esta vida con la fuerte convicción de ayudar a los demás. Aprendí a respetar, aceptar y amar a los demás tal y como son, sonreír a la vida y confiar en que todo tiene un sentido por lo cual es. Siempre he sentido gratitud y la fuerza de mis ancestros para dar impulso a mi vida y a la de otros y he aprendido a caminar abriendo mi consciencia cada vez más.
En este punto de mi vida, ya no me quedaba ningún prejuicio sobre lo que pensaran los demás si soy un bicho raro y tengo una forma de ser poco común. Y junto con ese prejuicio, muchos otros habían desaparecido. Ya poco me importaba, porque había esquivado a la muerte.
Y así fue. Cuando pude hablar con mi pareja, mi amiga del alma, mi familia y algún amigo, me informaron que en esos días que estuve fuera de onda, hubo un día que fue bastante crítico y que al parecer no había buen pronóstico. Todos los que se mantenían informados en cadena se fueron abajo, lloraron y patalearon. Muchos lucharon con todas sus fuerzas con sus mejores herramientas para que no me fuera. Algunos rezaron, otros mandaron luz, otros pensaron mucho en mí y en momentos vividos conmigo, otros meditaron y se sintieron a mi lado, algunos pintaron cuadros y dibujos, niños que vestidos de “power rangers” sintiéndose fuertes se ponían ante un altar y le rezaban a Dios y le pedían que no me fuera, otros tocaban música o cantaban alguna de mis canciones o recitaban alguno de mis poemas, otros miraban las nubes y confiaban que solo estaba volando un poquito, hasta un amigo que no sabía que estaba en coma y desde los alpes suizos donde practicaba “chikung médico” decidió realizar su danza sanadora porque simplemente se acordó de mí. Y así infinitas historias que después fui escuchando y me conmovieron el corazón. El caso es que hubo miles de personas que desearon con todas sus fuerzas que me recuperara y eso es demasiado amor que no pasaba desapercibido para el Universo.
Y en realidad, el tiempo que estuve en coma, solo recuerdo estar tumbada sobre un mar de plata y oro, en silencio y calma absoluta.
Verdaderamente todo comenzó al despertar.
Comencé a recordar mi llegada al hospital y preguntar cuantos días llevaba allí. Era mi proceso de toma de conciencia de todo, el momento de ver la realidad. Entre unos y otros fui recuperando mi memoria y ajustándome al momento que se estaba viviendo ahí fuera. Escuchaba a lo lejos todos los días la canción de Resistiré. Esa canción que tanto me ha gustado y a lo largo de la vida me ha acompañado, que hasta en mis talleres he cantado con la gente, y en ese momento me resultaba empalagosa. La aborrecí por completo. Recordé que justo el año anterior en la celebración de mi cumpleaños la canté con mis alumnos y amigos diciendo que es la canción de mi vida, que es la canción de la resiliencia. Y ahí estaba yo desde la UCI despidiéndome de ella para siempre. Era hora de cambiar de canción.
Comencé a hacer cuentas de cómo había sido el orden y a través de quién había llegado el virus. No era cuestión de buscar culpables, porque bien sabemos que muchas veces hemos sido contagiados de gripes y resfriados comunes, incluso gastroenteritis y no hemos estado señalando con el dedo a nadie, sino que hemos aprendido a vivir con ello. Pero esto era diferente y como todavía no se sabía muy bien cómo se comportaba este virus, me preocupaba si yo podía haberlo contagiado a alguien a parte de mi amiga del alma que me llevó al hospital aquella noche.
Todo había ido muy bien. En realidad, yo me confiné antes que la mayoría de la gente. Siempre he sido muy intuitiva y unos días antes pensé que como soy la jefa de mi propio negocio podría suspender todas mis sesiones por 10 días y esperar a ver cómo se desarrollaba el tema del virus que estaba entrando a España. Con lo cual, unos días antes del día que nos confinaron, yo ya estaba teletrabajando y las últimas personas que vi no han pasado el virus. Tan solo salí a realizar compra al supermercado un par de veces. Esto me dio la tranquilidad de no ser expansivo por mi parte.
Después, pensé en cómo pude coger la neumonía y no pasarlo como una gripe o con síntomas de falta de olfato o gusto. Y recordé que mis análisis de primero de año estaban bien y mi sistema inmune perfecto, excepto porque tenía déficit de Vit. D. Los médicos me dijeron que quizá lo había superado por estar precisamente fuerte y que también podía haberlo pillado por esa carencia. Bueno, tenía sentido. Además, recordaba que había tenido mucosidad y no había manera de acceder a mi médico de cabecera para que me mandara algo para que no me bajaran a los pulmones y me provocaran una bronquitis. Así que deduzco que tenía el terreno preparado para pillar una neumonía bilateral (con covid o sin covid). El covid fue la gota que colmó el vaso.
En realidad, la gota que colmó el vaso es la que trajo el tsunami a mi vida. A veces tienes que vivir estas cosas para darte cuenta de muchas otras. Y ahora con el tiempo es cuando puedo ver esto con claridad. No solo vino el tsunami para mí, también vino para muchas personas de distintas formas.
Hay sanitarios que se han planteado su vocación, hay personas que se han planteado vivir y disfrutar de la vida y no andar esclavos de trabajos que no les gustan o relaciones tóxicas, personas que han decidido vivir nuevas vidas, personas que han descubierto el sentido de su vida, etc
El caso es que una gota como puede ser una enfermedad, puede colmar el vaso y remover o poner nuestro planeta del revés. Como una manera de despertar, de abrir los ojos a aquello que hoy es y que necesita con urgencia ser mirado y cambiado. Ese tsunami que arrasa, agita y te da los golpes que hagan falta para que abras los ojos y veas. A todos los niveles, no solo el personal (niños, jóvenes, adultos y ancianos), sino también en el social, el económico, el político, el sanitario, el empresarial, sistema educativo, etc. Aquellas cosas que están ocurriendo y no somos capaces de ver.
Ha sido y está siendo una oportunidad para reflexionar y reajustar la manera en la que vivimos y como reconstruimos nuestros pueblos, ciudades, países… Qué estamos haciendo con el mundo?… Estamos cuidando de nuestro planeta?… Estamos centrándonos en una transformación ecológica?… Aquí hay mucho para hablar y reflexionar. El caso es que tras este año, ya no somos los mismos, algo nos ha removido por dentro y nos ha transformado, para bien o para mal. Cada uno dependiendo del punto de equilibrio en el que se encontrara. Lo cierto es que tras recuperarnos de esta situación que atravesamos deberíamos mejorar nuestro sistema de sostenibilidad y hacer nuestros países más resistentes y fuertes antes otras que pudieran venir. Y también plantearnos en manos de quien ponemos todas esas ideas y deseos de mejorar, porque lo primero que necesita un cambio serio son los gobiernos.
Si no cambiamos, no evolucionamos. Los grandes cambios llegan tras grandes crisis. Si quieres orden, debe haber antes un caos.
Y en mi caso, a nivel personal, la gota que colmó el vaso fue la que me trajo el tsunami a mi vida y la puso patas arriba. Esos próximos días tras despertar me dejaron ver lo que todavía estaba por llegar. De nuevo llegaba la noche oscura. Aunque yo, como siempre, confié. Sabía que todo tenía un sentido y que me llevaría a algo bueno seguro. Así lo sentía plenamente. Por algo seguía viva ¿no?…
Mientras tanto, al día siguiente de despertar me dijeron si tenía hambre y entonces recordé la comida!… Siiiiiiii… quiero comer!… Y cuando me preguntaron qué quería, les dije: “un sandwich de jamón y queso fundido”. Ohhh… noooo ¿de verdad?… Puedes pedir lo que quieras y pides algo que hace años no comes?… Por algún motivo no recordaba más comidas. Cuando comenzaron a traerme en los respectivos horarios las comidas correspondientes, comí como si no hubiera mañana, o mejor dicho, como si hubiera estado sin comer dos semanas. A pesar de ello, seguía siendo un vegetal. Solo parecía útil mi mente, mis ojos, mi boca y mi brazo derecho, todo lo demás no existía, solo estaba ahí reposado en la cama de aquella habitación acristalada.
En los próximos días recordé los pasteles de carne, las marineras, la sobrasada, el jamón serrano… Ahajajajjajaa… Y junto con la comida, algo tan básico, muchas otras cosas más. En las conversaciones con las únicas personas a las que de momento les permitía el acceso telefónico fui recordando muchas más cosas de la vida.
Me daba cuenta que lo que yo había vivido era como un reseteo, y tenía que recordar muchas cosas. En la UCI solo era útil mi mente y comenzaba a expresar sentimientos, porque mi cuerpo para nada era útil y lo sentía como un vegetal sobre el que los sanitarios se preocupaban constantemente de regenerar y revivir.
(Próximo artículo: RE-NACER 3ª parte: En otra onda)
Gracias por leerme, por seguirme y por compartirme.
𝗘𝘀𝘁𝗮𝗺𝗼𝘀 𝗮𝗾𝘂𝗶́?… 𝗦𝗲𝗻𝘁𝗶𝗺𝗼𝘀?…
𝗣𝘂𝗲𝘀 𝘃𝗶𝘃𝗮𝗺𝗼𝘀!…
Yo Soy Tu Coach
Marla Sánchez
Cᴏᴀᴄʜ Hᴏʟɪ́sᴛɪᴄᴏ Sɪsᴛᴇ́ᴍɪᴄᴏ
www.marlasanchez.com
Tel. 𝟞𝟛𝟟𝟟𝟙𝟡𝟡𝟜𝟝
Deja una respuesta