Ascender de los infiernos
Los últimos días en la UCI fueron algo desesperantes, porque mi mente comenzaba a salir del aturdimiento, y el acartonamiento físico seguía igual. Tenía la esperanza muy pequeña de mi progreso, sin embargo, seguía confiando que era mi proceso y que lo que estaba viviendo era mi programa para esta temporada, así que no tenía más remedio que experimentarlo.
Por ese mismo motivo, por el hecho de experimentar, me negaba a que me dieran medicación para dormirme. Si no podía descansar por mí misma, estaría despierta. Sé que el cuerpo somatiza el estrés y que era importante que durmiera y regenerara las células de mi cuerpo, pero yo no quería perderme nada, ni siquiera los momentos de insomnio en los que estaba despierta. Sé que si despierto es por algo, y ese algo no me lo quería perder. Solo tenía que confiar y estar presente, aunque fuera duro. La cuestión es que yo no quería estar atontada, quería vivir mi proceso lo más despierta posible.
Recuerdo con mucha alegría la mañana que entraron unos cuantos sanitarios equipados para lavarme de pies a cabeza sobre la cama. Yo, que no tenía fuerzas para moverme hacia ningún lado, no podía ayudarles y eso me incomodaba bastante. Tener la cabeza bien y el cuerpo inerte, y ver cómo 5 personas te zarandean para un lado y para otro, te enjabonan, te echan agua con esponjas, te secan y después te masajean e hidratan todo el cuerpo. Ellos con mucha alegría y cantando. Estaban alegres porque ascendía a planta y contaban chistes para que me riera. Yo que en momentos difíciles se me agudiza más el humor, dije algunas burradas, como que era lo más parecido que había vivido a una orgía, porque desde luego era todo un número ver aquella escena en la que tres chicos y dos chicas me lavaban postrada desnuda sobre la cama. Perdí definitivamente todas mis vergüenzas y complejos.
Sin embargo, el mejor momento fue cuando alguien me dijo que me quedara bocabajo en la cama que me iban a arrastrar al borde superior para lavarme la cabeza. Wow… Aquello fue totalmente liberador, después de tres semanas y mi melena estaba toda hecha una sola rafta. Luego tuvo la paciencia de desenredarme un poquito el pelo (lo que pudo). Me supo a gloria divina esa hora que todos ellos estuvieron conmigo tras esas semanas de soledad. Antes de irse, me perfumaron y muy felices se despidieron de mí y me dijeron que todos en la unidad hablaban de mí que era una mujer fuerte y que siguiera alimentando esa fuerza con lo que fuera que la alimentara. Que ahora ya estaba limpia y me habían quitado toda la suciedad del virus para ascender a planta. Decían con humor, que la mierda se queda abajo y que tengo que ascender limpia y liberada.
Cuando el celador vino a por mí, esas últimas palabras quedaron resonando en mi cabeza. Y al entrar al ascensor y comenzar a subir, sentí que ascendía de los infiernos y pasaba a otro nivel. Era como llegar a un plano en el que volvía a ser consciente de la vida humana, la que yo tenía antes y en la que no volvería jamás a ser la misma.
En la habitación me acostaron y sentí que de alguna manera allí estaría poco tiempo, que en unos días podría volver a mi casa. Me explicaron cómo funcionaba todo en planta y que igualmente entrarían el mínimo de veces, con lo cual, al igual que en UCI, si quería algo, tenía que decirlo en una de las entradas, sino hasta la siguiente no podrían ayudarme. La primera ola, fue la ola de la soledad. Todos nos sentimos solos, todos sufrimos el aislamiento y la soledad. Yo la viví también físicamente. Y también, al ser una “infectada”, sentí que nadie me quería tocar y que si tenían la obligación de hacerlo por trabajo, era lo justo y con tres guantes, con lo cual fue un aislamiento en regla. Cuando estas así, es cuando más sonrisas, bromas, abrazos, apretones y compañía necesitas.
Ese primer día en planta pregunté qué día era. Y se me heló la sangre cuando me dijeron que era viernes santo. Tras conmemorar la muerte de Jesús el Viernes Santo, se dice que el Sábado Santo se considera un día de luto y transición, silencio y reflexión y al tercer día sería Domingo de Resurrección. Jamás me había sentido tan ubicada en el momento presente y con lo que a nivel social y religioso se vive. Un momento trascendental para mí (que no es el primero en mi vida) que me ponía en otro nivel de consciencia.
Así que ese día fue para mí una manera de ascender del infierno que había vivido en la UCI y al día siguiente retomar la vida y tomar consciencia de quien soy y alimentar mi ser de vida, la vida en abundancia que siempre he vivido y que ha sido mi combustible a lo largo de los años. Mirar el lado bueno de las cosas, lo positivo y la luz de la vida, la sonrisa del Universo… Todo lo demás está, pero no es lo que quiero mirar, no es a lo que le doy relevancia. Y así, en el silencio del Sábado Santo, viví mis momentos de reflexión y me preparaba para la batalla. Me dediqué a “enlucir” mi artillería pesada de fuerza, amor incondicional, confianza, tolerancia, gratitud, acción, actitud, no aceptación, vivir el “aquí y ahora” y sobre todo, humor y positividad. Esto me daría el impulso para avanzar y vivir el proceso con conocimiento y no dejar de ser quien soy.
Y al tercer día, cuando me desperté se me ocurrió ver las noticias y entonces, por primera vez desde que estaba en el hospital, fui consciente de cómo estaba viviendo el mundo lo que yo estaba viviendo en mi pequeño mundo interior en las cuatro paredes de un hospital. Y me sentía viva y agradecida. Era Domingo de Resurrección y yo me sentía como el primer día de Año Nuevo. Todo era nuevo para mí, hasta yo misma era nueva para mí. Me sentía resucitada y ascendida de los infiernos. Sentía que había muerto a muchas cosas de la vida anterior, que esto había sido un proceso para mí de depuración y limpieza, de soltar lastres y hacerme una mujer nueva, sin dejar la esencia del ser que soy. Sí, al tercer día de ascender del infierno, yo también resucité. Y me sentí agradecida por haber “resucitado”.
Ese domingo entraron por la mañana con el ánimo de levantarme, y cuando me incorporé en la cama dejando colgando las piernas hacia fuera, mi columna se dobló. Parecía una muñeca de trapo, no me sostenía erguida sentada sobre la cama. Mis piernas no me obedecían y las sentía como de goma. Así que tuvieron que cogerme entre dos y levantarme al sillón como comienzo del despertar de mi cuerpo y la vuelta a la vida. Después supe que es muy común en pacientes que vienen de estar mucho tiempo en la UCI y que se le llama «Polineuropatía del paciente crítico» que es una incapacidad total para realizar cualquier actividad de la vida diaria, incluso quedarse sentado al borde de la cama y la inmovilidad prolongada. Esto quiere decir, que entre que los químicos dificultan el riego en los nervios y los músculos y estos se atrofian por la inmovilización, los pacientes que pasamos mucho tiempo en la UCI salen totalmente dependientes y hay que volverles a enseñar a caminar, a mover los brazos, a abrocharse un botón, a tragar, a comer e incluso a respirar.
Así que había que re-educar mis músculos y despertar las conexiones de mi cuerpo para que algo tan sencillo como quitar el tapón de un botellín de agua o ponerme unos pendientes no fuera misión imposible.
Me acordé tanto de mis últimos 4 años en el gimnasio y el trabajo y la fuerza de voluntad para trabajar mis músculos y conseguir un estado medianamente óptimo. Y todo estos días en el hospital tiraron por los suelos todo el esfuerzo y los retos superados. En pocos días perdí la masa muscular y no solo eso, sino que al ser la primera ola donde había tanto desconocimiento sobre este virus y a la vez tanta inseguridad, la peor decisión fue el no permitir al fisioterapeuta entrar a movilizar a los pacientes para no perder la movilidad a las Ucis. Y ahora no solo tenía que volver a empezar desde 5 (donde había empezado a trabajar mis músculos años atrás), sino que había bajado a -3 y tenía que superar eso.

En algunos momentos que me abandonaba o descansaba mi artillería pesada, se me nublaba la mente y llegué a pensar que me quedaría en silla de ruedas. Me dedicaba a pensar en cómo yo antes podía levantar mi culo pesado de un asiento y ahora no. Qué era lo que me impedía volver a hacerlo como antes?… Estudiar el movimiento en las cosas más sencillas fue mi tarea a lo largo del primer mes y mientras tanto, allí encerrada entre cuatro paredes de la habitación 317 trabajar mis músculos con lo que podía y tenía a mano y volver a conectarse todo por dentro.
Cuestión de paciencia infinita. Si tanto me costaba levantar un botellín de agua para beberla o inclinarme hacia delante para cogerlo o incluso abrir el tapón, pues yo me empeñaba una y otra vez, hasta lograr hacerlo. Jamás pensé que algo así me costara tanto esfuerzo y dedicación, y en muchos casos sentirme derrotada al no poder realizarlo a pesar de todo mi empeño. Y lo hacía con la tranquilidad de tener tiempo suficiente y la confianza de, en algún momento, lograr hacerlo. Y durante todo ese tiempo con momentos de pequeña superación que celebraba a lo grande y otros momentos de gran frustración por no conseguir mover un pie.
Y cuando creía que pronto me iría a casa, todo se hacía más lento y mi médico me decía que todavía no estaba preparada. Y yo deseando volver a mi casa, mi casa, mi hogar amado, mis animales y los míos. Volver allí, era recuperarme más rápida. Pero todavía debía estar entre esas cuatro paredes.
Y así es como ascendí de los infiernos y resucité. Y comenzó un proceso de reconocimiento de la mujer nueva que había renacido y mis nuevas fortalezas. Ya me estaba dando cuenta que el proceso sería muy muy lento y que tardaría bastante en volver a la normalidad. Que necesitaba mucho equilibrio y mucha fuerza, tolerancia y amor propio para esta etapa de renacimiento y estabilización. Y así, me puse manos a la obra, entre cuatro paredes de una habitación y nada especial que ver a través de una ventana a la que no alcanzaba mientras que no tuviera movilidad. Y entonces le dije al mundo: «Hola!, estoy viva» y dando gracias!
En el siguiente artículo contaré la siguiente fase: Marla hoy, 20 meses después
Gracias por leerme, por seguirme y por compartirme.
𝗘𝘀𝘁𝗮𝗺𝗼𝘀 𝗮𝗾𝘂𝗶́?… 𝗦𝗲𝗻𝘁𝗶𝗺𝗼𝘀?…
𝗣𝘂𝗲𝘀 𝘃𝗶𝘃𝗮𝗺𝗼𝘀!…
Yo Soy Tu Coach
Marla Sánchez
Cᴏᴀᴄʜ Hᴏʟɪ́sᴛɪᴄᴏ Sɪsᴛᴇ́ᴍɪᴄᴏ
www.marlasanchez.com
Tel. 𝟞𝟛𝟟𝟟𝟙𝟡𝟡𝟜𝟝
Es imposible ,ponerse en tu lugar ,ante ese sufrimiento y soledad.
Pero también es admirable ,tu fuerza de voluntad y tu ánimo a pesar de todo.
Gracias por compartir tu testimonio,a más de uno le vendría bien leerlo.😘😘
Muchas gracias Fina por tus palabras.
Un abrazo