Hay algo muy importante que el ser humano se debe a sí mismo. Una mirada, un reconocimiento a su sistema familiar en el que no solo van incluídos sus padres y abuelos, sino también sus antepasados y ancestros que también componen su sistema.
Para mi ha sido una experiencia muy gratificante realizar este reconocimiento, aunque también duro en otros, pero siento que con esto he dado un gran paso en mi evolución interna.
Al principio, me picó la curiosidad y decidí, para ser más consciente, hacer un familiograma. Fui lo más atrás que pude en mi sistema. En una rama me quedé en mis bisabuelos y en otra, pude conocer a mis tatarabuelos.
Después, sentí más curiosidad y preguntando más a mis padres, aparecieron fotografías que acompañaron al familiograma, haciendo que esto comenzara a ser algo más serio. Esto hizo que mis padres se animaran y me contaran historias familiares. Estas historias, vivencias de mis antepasados, están hoy también presentes en mi, pues yo también pertenezco a este sistema, y como tal, vivimos más o menos las mismas historias y por nuestras venas corren los mismos sentimientos, pensamientos… la misma fuerza, la misma savía que está en todo el árbol.
Todos los sistemas familiares han vivido dichas, desdichas, dolor, pérdida, han sido víctimas o perpetradores, han vivido la cárcel, el exilio, la guerra, la persecución, la exclusión, el abuso… un largo etcétera. Cada generación de nuestro sistéma contiene la sabiduría de las experiencias vividas que al fin y al cabo desembocan en grandes resultados en nuestro presente: nosotros mismos.
Para hacer este reconocimiento se necesita otro trabajo previo con nosotros mismos que comienza por el amor y la autoestima. No puedo valorar el esfuerzo y la vida en mi sistema de mis antepasados y cuanto tuvieron que renunciar para que los que le precedieron vivieran lo mejor posible, si antes no valoro la mía.
Esto supone también un esfuerzo como primer paso, por valorar y reconocer nuestra vida, nuestro presente, cuanto somos y vivimos, sea lo que sea que estemos viviendo. Solo así comienza la sanación de nuestra alma y en consecuencia, el alma de nuestro sistema. Solo así, comenzamos a recibir la fuerza de nuestros antepasados, de nuestros ancestros.
Hace poco, tuve el placer de ver una foto de mi tatarabuelo por parte de mi rama materna. Es difícil tener imágenes de la generación del 1850. Para mi, tener tanta información ha hecho que conozca mejor mi sistema y cuanto vivieron y tuvieron que sacrificar y renunciar para el resto que vino después tuviera una vida lo más digna posible.
Cuando miro sus vidas y la época que tuvieron que vivir: guerra civil, hambre, perder hijos y mujeres… siento el deber de honrarles y agradecerles que yo viva hoy y reciba tanta fuerza de ellos. Y la manera más correcta de honrarles es difrutar plenamente de mi vida y de cuanto soy, sentirme lo más satisfecha posible y ser consciente de la fuerza que me viene de mis ancestros, que tuvieron que sacrificar tanto para que yo hoy esté aquí.
Presiento que el lector puede sentirse incómodo en algún momento si su experiencia con sus padres o abuelos ha sido dura, con mucho sufrimiento… si ha sufrido muertes o abusos… que se cuestione lo siguiente: «¿Cómo puedo honrar y agradecer a mis antepasados si en ellos hay abusos y abusadores, perpetradores o asesinos…?» Y yo respondería a esto con otra pregunta: ¿Cuánto habrán tenido que hacer y sufrir esos antepasados para sobrevivir a otros dolores, abusos y asesinatos que a ellos les antecedieron?… Exactamente es lo mismo que tú «pagas» hoy para que tus hijos vivan una vida lo más digna posible y de la que tu intentas liberarles.
En la vida de un sistema, existen lealtades, hechos que van con nosotros, situaciones que se repiten una y otra vez. Quizá, si nos detenemos y echamos la mirada atrás, podemos «darnos cuenta».
Estamos siendo leales a nuestro sistema cuando:
- no queremos o no podemos ser más que los que nos precedieron.
- nos sentimos insatisfechos con nuestra vida, con nuestros logros… nada de lo que hacemos nos llena.
- existen en nosotros emociones que parecen no ser nuestras, como melancolía, tristeza, etc.
Ante estas lealtades a nuestro sistema, podemos pararnos y mirar, lanzar un mensaje al tiempo pasado:
«Tomo todos vuestros dolores y sufrimientos» o «Valoro lo felices que fuisteis con lo bueno y lo malo que os dió la vida»
Y ahora me dispongo a que todo eso no sea en vano:
«Voy a hacer algo útil con todo eso. Voy a ser más feliz, voy a dar más, a amar más… Y esto, lejos de hacerme más grande que vosotros, lo que hace es HACEROS MÁS GRANDES A VOSOTROS. Me inclino, os honro y me honro a mí mismo con este gesto».
Os aseguro, que con esta mirada a nuestro sistema familiar, comienzan a cambiar muchas cosas en nuestra vida, en lo que nos sucede y cómo nos sucede, porque desde esta se unen pasado y presente para tomar fuerza y crear un futuro con menos cargas y más lleno de vida.
Deja una respuesta